domingo, 21 de octubre de 2012

Un domingo cualquiera

Si estás leyendo esto y no eres A.R. o M.M., seguramente hoy no habrás estado en Arroyo de la Luz viendo jugar al Sevilla Atlético. Te lo has perdido. No has madrugado ni te has pegado más de 500 kilómetros en 10 horas un domingo cualquiera. De esos en que no hay mayor plan que ver el motociclismo o ir a misa. Yo y los dos que están arriba si lo hemos hecho. ¿Por qué? Vete a saber. Teníamos ganas de conducir con sueño o gastarnos el dinero en caras cafeterías de Mérida. Por cierto, ahí nos tienes en la puerta del Estadio Romano. Hemos parado de camino a Arroyo y hemos desafiado al frío mañanero extremeño.


Bueno, a lo que iba. Hemos estado. Tres valientes bajo la atónita mirada de la afición local (Frente Arroyano incluido). Nos hemos colocado junto a una portería y nos hemos dedicado a lo que mejor sabemos hacer: animar al Sevilla y charlar con el linier. También hubo ambigú en el descanso con desgraciadas consecuencias para algunos y hubo debates amenos con aficionados locales que, incrédulos, nos preguntaban nuestra procedencia. Recuerdo que el partido empezó a las 12 y a las 14 horas estábamos entrando en un McDonalds de Cáceres. Luego, despedida a uno de los componentes y vuelta.


La tediosa y soñolienta vuelta a casa transcurrió entre intentos por sintonizar la radio, buscar gasolineras en pueblos aislados y maldecir a la lluvia que manchaba la luna delantera del coche que nos cobijaba del relente y nos trasladaba de la coqueta urbe cacereña a la desgarbada urbe andaluza en la que tenemos la suerte de habitar. Bueno, adios. Soy S.M.A.O... o no.

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