El Sevilla ha perdido el partido de ida de los dieciseisavos de final de la Europa League ante uno de los equipos que mejor fútbol hace a nivel mundial: el Oporto de Villas Boas. 1-2 fue el resultado al finalizar los 90 minutos reglamentarios, con goles de Kanouté para los andaluces y de Rolando y Guarí para los lusos.
El resultado no es un retrato de lo que pasó sobre el terreno de juego. Los rojiblancos hicieron un partido excelente ante el intratable líder de la liga portuguesa. Un partido muy bueno, con bastantes ocasiones de gol que no se han aprovechado, con empuje y garra, con velocidad en las bandas que estaban desaparecidas hasta el día de ayer, con un juego de toque en el centro del campo impresionante y pasando como un rodillo por encima de los lusos en muchos intervalos del partido. Pero, al igual que pasó en Santander en el anterior encuentro, se vuelve a perder.
Buenísimo el partido de Gary Medel en el centro del campo, dando equilibrio al equipo, ese equilibrio que tanto echábamos de menos no hace mucho. Cortaba todo, estaba omnipresente en todas y cada una de las ocasiones e hizo perfectamente las coberturas a la defensa. Pero su fallo, con la mala suerte de los rebotes, costó el gol que les dio el partido a los dragones.
Jesús Navas y Diego Perotti están recuperando la forma que tenían en sus mejores tiempos. Cuando las bandas funcionan, todo es más fácil. Velocidad punta que antes no tenían y desborde desequilibrando a los laterales, volviéndolos locos.
El croata Rakitic es una joya a balón parado. Ayer demostró su clase dando la asistencia de gol a Kanouté, como ya pasó en Santander cuando hizo lo mismo con Fazio. Fernando Navarro y Sergio Sánchez hicieron un excelente partido, y la pareja titular de delanteros, Luis Fabiano y Kanouté, también hicieron un muy buen partido, aunque este último falló un gol cantado. En general, todo el Sevilla jugó bastante bien, cosa difícil de hacer en referencia a la calidad del equipo que teníamos enfrente. Y ocasiones, muchas ocasiones de gol desaprovechadas.
Pero el Sevilla sigue inmerso en una crisis. Ya lo dijo Gregorio Manzano en la rueda de prensa, es preferible jugar mal y ganar que jugar bien y perder. Y, si encima los árbitros pitan en contra, pues apaga y vámonos.
Debió expulsar a James Rodríguez tras una criminal entrada al tobillo de Jesús Navas, el Duende de Los Palacios, debió dejar seguir al Sevilla con el balón y no repetir la falta en el primer gol de los portugueses, debió conceder la ley de la ventaja tras un pase de Kanouté a Luis Fabiano que se quedaba solo ante Helton, el portero del Oporto. Ya son muchos los robos que recibimos, ya sea dentro o fuera de España. Pero no hay que justificarse en eso. Perdimos por la mala suerte que tuvimos en el segundo gol en contra. Rebotes, dichosos rebotes, aunque regalamos muchísimos balones en defensa. Por ejemplo, el primer gol del Oporto, llegando dos hombres al remate completamente solos.
Casi el 100 por cien de los tiros a puerta del equipo contrario se convierten en gol. No se puede hacer nada ante eso. O sí, pero no se hace. Recibimos la friolera cifra de dos o tres goles por partido, y ante eso es casi imposible ganar. El dicho ya lo sabemos todos: el mejor ataque comienza con una gran defensa.
Ya solo queda mirar al partido ante el Hércules y, la semana que viene, la vuelta en Portugal. De peores situaciones nos hemos levantado.
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